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27 de octubre de 2011

Educación y adiestramiento

En el momento en que una persona tiene un perro u otro animal de compañía en su casa, comienza, aun sin saberlo, una educación concreta que se define por los hábitos de la persona, su actitud, su forma de ser, su carácter y sus emociones. La más mínima interacción entre persona y animal, supone para este último un aprendizaje motivado por las leyes que descubrieron científicos como Pavlov y Skinner, entre otros. Es, precisamente, durante los primeros días, cuando las acciones de la persona deben ser más cuidadosas, estudiadas y planificadas, en función de lo que desee para su mascota. La educación en general se puede dividir en varias etapas: obediencia y adiestramiento, básicamente. La primera permite controlar al perro y facilita la convivencia tanto para con su dueño como para otras personas y animales, mientras que la segunda etapa, a la que no todos los dueños quieren llegar, permite realizar un trabajo específico y especializado del perro. Por la obediencia, el perro aprende a permanecer quieto en un lugar hasta que el dueño le llame, a andar sin tirones junto al amo, a marcharse a su cama cuando hay visitas, y, en definitiva permite alcanzar un nivel de armonía que facilita mucho la relación entre el hombre y el animal. 
Por adiestramiento entendemos un entrenamiento riguroso para que el perro sea capaz de llevar a cabo algún trabajo útil para el hombre. En esta fase se incluyen los perros de rescate y salvamento, de terapias, de rastreo, de policía y de protección entre otros. Antes de que se llegue a un adiestramiento especializado, el perro debe haber sido previamente educado y socializado, con el fin de conseguir un animal tranquilo, equilibrado y con ganas de aprender cosas nuevas. Durante la fase de educación previa, en la que se incluye la obediencia, el dueño enseña al perro sin querer y queriendo. Sin querer, porque el propio perro se dedica a observar a su dueño durante todo el tiempo y con esta observación aprende infinidad de aspectos de su dueño, y a veces incluso particularidades que el amo considera negativas; y queriendo, cuando es el dueño quien le enseña órdenes concretas que el perro debe obedecer.
Teniendo en cuenta de que el perro se pasa todo el tiempo pendiente del dueño, aun sin éste saberlo, éste le enseña multitud de cosas. En ocasiones, el dueño orgulloso de que su perro hace esta o aquella gracia, siente el impulso a decir: "A mi perro sólo le falta hablar". En realidad el perro habla a su manera en todo momento pero casi siempre resulta incomprendido por su dueño.
Lo que hacemos nosotros es muy simple: mostramos a los dueños cómo poder comunicarse mejor con sus perros; les ayudamos a practicar unos ejercicios de disciplina, que al final gustan tanto a unos como a otros y, en definitiva, intentamos crear un nexo entre la persona y el perro. 
No queremos hablar de métodos de enseñanza porque todos pueden valer, dependiendo de cada circunstancia; simplemente hablamos de personas y perros e intentamos que cada uno de esos dos mundos encuentren un camino por el que andar juntos y sin problemas. Resulta muy difícil establecer patrones de enseñanza, tanto en la fase de obediencia, como en el adiestramiento, ya que existen cientos de variables que imposibilitan la creación de criterios generales. Tenemos en cuenta la personalidad del amo e intentamos que el perro se adapte a ella.