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5 de septiembre de 2010

La agresividad

"¿Se atreve alguien a quitarme ese palo?"
El premio nobel de medicina Konrad Lorenz, uno de los padres de la etología, escribió un libro titulado ‘Sobre la agresión, el pretendido mal’  (1972) en el que explica el origen y el desarrollo evolutivo de la agresividad. Pero es importante que nos fijemos en una de las palabras del título “pretendido”, porque efectivamente y más en la actualidad, numerosos autores y personas que tienen animales tachan la agresividad de “mal”, de ser un problema, de constituir una conducta indeseada y conflictiva. Hay incluso, quienes pretenden ‘rehabilitar’ al perro que muestra expresiones agresivas y quieren ‘modificar esta conducta’.
Lo cierto es que la agresividad no es un mal, ni un problema ni una conducta indeseada, es simplemente un comportamiento desarrollado por la evolución de las especies tendente a actuar y responder con violencia, con la finalidad de obtener los mejores recursos —comida, pareja, cobijo, territorio— y una vez conseguidos conservarlos y evitar que otros congéneres se los arrebatan.
Lógicamente, la afirmación anterior es una síntesis de lo que supone la agresividad en su más amplia expresión; más incluso, si tenemos en cuenta de que está siendo investigada por psicólogos, médicos y psiquiatras, ya que también afecta a la especie humana. Lejos de dogmatizar, se pretende únicamente intentar explicar la agresividad en los perros en su relación con los humanos y en especial con su propio dueño.
No hace mucho comentábamos con unos amigos, que éramos incapaces de entender cómo no se producían muchos más accidentes y ataques de perros en la actualidad, debido al manejo muchas veces irresponsable de estos animales. Afortunadamente, el perro es un animal muy adaptable y esta circunstancia podría ser la que explicaría que se produzcan más mordeduras de perros. Niños con perros grandes sueltos o atados livianamente por las calles; acumulación de perros en zonas públicas e infantiles… pueden ser caldo de cultivo de expresiones de agresividad en los perros y contra las personas.
Sin embargo, lo que interesa más ahora destacar es la agresividad que existe a menudo entre el perro y su dueño. Esta situación es del todo inaceptable y debe ser erradicada de forma inmediata y rotunda. Podemos leer infinidad de opiniones, algunas fundadas y otras no, sobre qué hacer cuando nuestro perro nos amenaza o llega a mordernos. Una gran mayoría de esas opiniones concluyen que el dueño debe hacer prevalecer su liderazgo, su jerarquía y su mando, pero no dicen cómo llegar a este punto de jefatura. Algunos señalan incontables cosas medio infantiles que nada tienen que ver con la verdadera naturaleza del perro y otros se van por la tangente para evitar hablar de lo que es políticamente incorrecto.
Cuando un perro amenaza, gruñe o muerde a su dueño, está ejerciendo un acto violento, que es intrínseco de la agresividad y propio de estos depredadores. La respuesta del propietario no puede ser otra que reaccionar contra el perro también con violencia y ésta será proporcionalmente tan fuerte como lo sea la que muestra el animal.
De no ser así, el perro nunca respetará al propietario —conocemos perfectamente las distintas doctrinas existentes y las que subrayan que violencia engendra violencia—. En este caso y circunscribiéndonos a los animales, el dueño no se muestra de forma violenta como acción sino como reacción y éste es el lenguaje del perro. De no recibir un correctivo justo y apropiado, el perro aprenderá a que con la agresión, el dueño se somete, lo deja en paz y se olvida de él. Precisamente esto es lo que quiere el perro agresivo con su dueño. Pensar que una reacción violenta y contundente contra el perro, lo volverá más agresivo es ilusorio. Un dueño atemorizado por su propio perro, que los hay y muchos, no conseguirá nada más que disponer de un perro peligroso independientemente de su raza y tamaño.
Sabemos que estas afirmaciones chocan directamente con las creencias actuales y los adiestramientos modernos del positivismo y del ‘bonismo’, pero no existe otra solución realmente eficaz. Algunos métodos enmascararán la agresividad del perro, pero nunca la podrán controlar hasta el punto de poder alcanzar el inestimable vínculo —ver ese artículo— tan necesario entre amo y perro.
Que conste que no se habla aquí de perros dominantes ni de lobos alfa, tan denostados últimamente sobre todo por algunas corrientes más positivistas. Se habla de que ante un perro agresivo o amenazante contra su dueño, hay que reaccionar sin pensarlo dos veces de forma inmediata y resoluta. En caso contrario, el dueño no logrará establecer el vínculo y el perro será el director de la orquesta, poniendo en peligro, dependiendo de su tamaño, la vida de la propia familia que le acoge. Es, en definitiva, actuar como actúan los perros entre sí, nada más y nada menos. Conocer verdaderamente la conducta de nuestros perros es lograr la mejor convivencia, aunque para ello se tenga que emplear la violencia en estos casos extremos.
Ese mismo perro agresivo con los dueños, lógicamente lo será, y más, contra los extraños y los niños de los extraños —amigos que nos visitan o pasean por las calles— y ahí está el peligro potencial. Sin embargo, si el dueño ha sabido implantar la correcta unión con su perro y l
e ha demostrado que es el animal el que debe obedecer, el peligro para los extraños desaparecerá también y tendremos el perro ideal para compañía, protección o para lo que queramos encomendarle.
Por desgracia, son muchas las personas que tienen perros que abandonan o deben sacrificarlos cuando tiene dos o tres años por su ‘excesiva agresividad’. Todos los perros son agresivos, aunque no lo muestren siempre ni en todo lugar. La agresividad, como aspecto natural y no patológico, no debe extinguirse —que se puede pero tendremos un perro frustrado, neurótico, estresado e ‘infeliz’—, sino controlarse.
Por supuesto, existen miles de variables que no  pueden contemplarse todas aquí, pero en resumen es lo siguiente: “Soy agresivo porque no quiero que me quiten el hueso tan suculento que me han dado. Voy a morder a quien intente arrebatármelo, incluido mi amo”. De su amo depende ahora de que esta agresividad contra él vaya en aumento o el perro piense: “Bueno, morderé a quien quiera quitarme el hueso menos a mi amo, porque también es mi jefe”.