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2 de septiembre de 2011

La clave de la adaptación

En su lugar preferido, un agujero al pie de un algarrobo
Adaptación, convivencia y jerarquía III
Entre los factores o circunstancias que han hecho posible que exista tal traspaso de influencia del carácter del hombre a su perro, hay que citar la gran adaptación de este último, ya que a pesar de que fue el primer animal domesticado, sigue siendo extremadamente social y jerarquizado tal como siguen siendo los lobos, manteniendo todavía el cuadro conductual primitivo de sus ancestros.
Este hecho, unido al de la estrecha convivencia con el hombre, le ha obligado a adaptarse a unos medios completamente artificiales y culturales y a desarrollar aptitudes que han sido utilizadas y seleccionadas por y para el hombre durante milenios. Actualmente el perro ha sabido aprender de los humanos, tanto si estos le enseñan conscientemente como si no y se ha adaptado perfectamente al entorno humano, siendo hoy por hoy su medio ambiente natural, lejos ya de su estado salvaje que abandonó hace entre 15.000 años (Abby Gracia Drake yMichael Coquerelle) ó 100.000 años, según  Robert K. Wayne y otros.
En un principio fue la caza, la actividad que unió a ambas especies.[1]   El fino olfato de los perros primitivos facilitaba el trabajo a los hombres del Paleolítico y,  a cambio, los animales obtenían comida sin tener que esforzarse tanto.
La posterior selección artificial de los perros dio origen a la multiplicidad de razas que hoy se conocen en todo el mundo; no obstante, todas ellas responden a un mismo patrón-tipo de comportamiento.
Debido a la convivencia del perro con el hombre a través de los tiempos, el animal tuvo que someterse a otra jerarquía, además de la de su propia especie. El hombree se convirtió en su nuevo jefe y se establecieron nuevas normas de conducta, con el fin de que el perro fuera útil para el pastoreo, la protección de casas, terrenos, fincas y bienes en general, el rastreo, la localización de objetos y personas, además de la primitiva tarea cinegética.
Asimismo, fue necesario que ambas especies aprendieran conjuntamente un nuevo lenguaje, con pautas de comportamiento que en los perros adultos recuerda a los de los lobatos. La convivencia y la domesticación impidieron al pero que se hiciera adulto como especie, manteniendo una conducta infantil para con su dueño.
La gran adaptabilidad del perro, su instinto social y jerarquizado y su convivencia con el hombre han hecho que el carácter y la personalidad de este último influyan directamente en la formación del comportamiento y carácter del animal. Generalmente, y de forma inconsciente, el hombre proyecta en su perro muchos aspectos de su propia conducta personal, sus rasgos más evidentes y los que no lo son tanto a primera vista. De la misma forma, transmite al perro miedos ocultos e inquietudes, en el que a veces se ve reflejado, dependiendo del grado de interacción  y convivencia entre ambos. El perro asimila todo de su dueño tanto por la observación intensa a la que le somete como por imitación de su conducta.
Este aspecto de la jerarquía es el más importante en cualquier relación entre el hombre y el perro. Cualquier vulneración de las reglas jerárquicas implica necesariamente un conflicto del que puede derivarse un serio peligro, tanto para el propio dueño, como para las demás personas.  El hombre tiene que ‘descender’ a niveles básicos y primarios que puedan adaptarse a los que conoce el perro con el fin de poder establecer la manada figurada que para el animal forma con las personas con las que vive.
El perro entiende los gestos, los tonos, las amenazas, pero no así las palabras en su sentido conceptual, ni comprende los sentimientos que manejan las personas. Este error frecuentemente utilizado al hablar del comportamiento del perro induce a menudo a interpretaciones antropomórficas del todo falsas, que en nada benefician ni al perro ni a su dueño. Calificar al perro o a cualquier otro animal de ‘asesino’, ‘egoísta’, ‘simpático’ o ‘rencoroso’ no se ajusta a la realidad de la etología canina. Sin embargo, el perro mata, lo quiere todo para él, se muestra agradable y en ocasiones parece que coge ojeriza a alguien.
Estas conductas deben ser explicadas dentro con conceptos etológicos, en los cuales no caben las expresiones humanas, sino las descripciones de los comportamientos derivados de un estímulo y una causa. En este sentido, el establecimiento de un nivel jerárquico superior resulta imprescindible para convivir con un perro, especialmente si hablamos de razas de gran tamaño y que por su corpulencia o cualquier otra circunstancia pueden resultar peligrosas para el propio hombre. De esta forma, el animal vive en un ambiente más naturalizado y de acuerdo con sus principios instintivos, sin la influencia tan negativa de los aspectos más artificiales derivados de la domesticación.
Así, un dueño que sepa adquirir esta jerarquía o capacidad de guía de forma natural y sin castigos le podrá ofrecer un modelo más próximo al que utiliza el lobo. De esta forma, el perro vivirá dentro de un equilibrio emocional y de manera espontánea protegerá  a la familia con la que conviva. En este marco de normalidad el perro responde a unos parámetros naturales y ello explica también que un dueño autoritario y con marcado carácter jerárquico tenga, en la mayoría de los casos, un perro con una personalidad y temperamento definidos, pudiéndose mostrar agresivo contra los extraños, pero nunca contra el propio dueño o sus familiares. Esta jerarquía no debe ser mal utilizada, ni ejercer el abuso de autoridad sobre el perro. En estos casos, las circunstancias cambian radicalmente la conducta del animal.
Si existen comportamientos injustos del dueño sobre su perro, el animal puede manifestarse en dos direcciones completamente opuestas. En un supuesto podría reaccionar con extremada agresividad, tanto contra los extraños como contra sus propietarios, mientras que en otro, podría comportarse de un modo absolutamente sumiso, miedoso y retraído. La mayoría de los conflictos entre los amos y sus perros provienen de un problema en el establecimiento del nivel adecuado de jerarquía  natural del dueño del animal. El perro siempre debe saber que está supeditado al jefe de la manada (su propietario) como si viviera todavía en libertad. Ello permite disfrutar de todos los beneficios de tener un perro, reduciendo al mismo tiempo al mínimo, los riesgos por una agresividad mal controlada../A. Pedro
(continúa)


[1] Lorenz, Morris, Croxton.